La vida es un suspiro que va, lentamente,
llenando nuestra existencia.
Hay que beberla calmadamente
para deleitarla como si fuera vino añejo.
¡Conocerla! Para conocer todos sus rincones
y sabores de agua y viento.
Mirarla detenidamente para no olvidarla
y recordarla como credo en los labios.
¡Saborearla! Para saber qué es lo amargo-
agridulce, como aquel que no se saboreó jamás
y por último, dejar el sabor dulce
guardado en los pensamientos.
Tocar la vida, es saber lo áspero
y lo suave que nos brinda
para entenderla y seguir estos pasos.
Oír su voz palpitando en nuestros corazones,
para memorar la alegría en miles de girasoles.
Bailar con ella para nunca olvidarla
y dejar nuestras marcas
en las pisadas de quienes vendrán más adelante,
para continuar bailando y recitando su nombre
tejido en miles de sonetos.
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